Te diriges a la casa de campo.[]
Al acercarte ves un grupo de aldeanos corriendo a refugiarse en el caserón, mientras dos ancianos en la puerta los incitan a entrar rápido. Uno de ellos, una abuela vestida de luto con un pañuelo en la cabeza advierte tu presencia y, aunque en un principio parece algo desconcertada, te insta con gestos y voces a que entres tú también en la casa:
- ¡Vamos, que hay prisa!- dice mientras empuja al interior lo que parece ser una cazuela llena de alubias hirviendo.
Ya sólo quedas tú fuera de la casa, los aviones se acercan echando bombas y la vieja no parece muy dispuesta a esperarte mucho más.
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